Así fue mi fin de semana. Hubo de todo: bueno y malo.
Empecemos por lo bueno. El viernes noche estuve hablando con un chico madrileño al que hace mucho que tengo agregado en el messenger. Nuestras conversaciones hasta ese día se reducían a meros saludos de cortesía; hasta ese día porque el viernes hablamos mucho (de mi pueblo, del suyo, de si iba a verlo a Madrid, de si venía a verme,...), nos reímos (yo por lo menos, a él no lo veía, jeje) y acabamos intercambiándonos los teléfonos con la promesa de que lo llamaría el sábado.
El sábado por la mañana camino de mi pueblo ya recibí su primer mensaje y todo hay que decirlo, me ilusionó mucho. Estuve todo el día muy animada, por la mañana haciendo la comidita y por la tarde ayudando a traer leña para el próximo invierno. Hacía un día espléndido.
Esa noche dormía en mi pueblo, se está quedando sin gente y por no haber ni siquiera hay un bar así que me fui para camita prontito pensando en leer un libro y en mandarle un sms a mi madrileño, no me atrevía a llamarlo. Se lo mandé y fue él el que me llamó. 44 minutos de conversación, me gustó mucho su voz, se ríe mucho, y me ilusioné, sí, me ilusioné.
Hoy domingo empecé el día pensando en un posible encuentro, fantaseando un poco ahora que lo pienso, pero contenta de ver que mi ánimo estaba mejor. Por la mañana, como casi todos los domingos estuve haciendo comida para la semana y así estar un poco más libre: caldo gallego y pollo asado (muy rico todo por cierto), pude hacer más cosas que antes me costaban y que tenía pendientes desde hace mucho pero lo bueno dura poco, llegó mi padre anunciándome la muerte de alguien conocido, lo cual significaba ir con él a dar el pésame y esas cosas. Ya estuve toda la tarde en tensión, si es que...
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